Declaración



Hoy por fin he decidido escribir lo mucho que he sentido estos últimos 12 días. Para mí han sido muy intensos. Inició todo cuando, por azar, oyendo la televisión, porque no la estaba mirando, escuché una transmisión en cadena, en la que salió el locutor Rafael Serrano anunciando un comunicado oficial.
Todos en Cuba sabemos que su bigote y tono bajo, en estos casó mucho más grave que siempre, son signos agoreros. Y así fue. Apenas podía creer lo que escuchaba, y si no llego a verlo yo misma, si es alguien que me cuenta, me habría resistido a aceptarlo como cierto. 
Pero sí, Raúl anunciaba que el Comandante en Jefe, el fundador de la Revolución, que Fidel, había fallecido, a las 10:29 PM, del 25 de noviembre. No voy a olvidar jamás esa imagen al terminar el comunicado cuando se echa hacia atrás y golpea los brazos del asiento, a mi entender como gesto de quien sale o entra en una gran prueba, como quien no puede soportar tanta carga, en este caso, tanto dolor.
Yo salí de mi casa buscando confirmación. La televisión siguió con una programación a mi juicio tan insulsa, que me desconcerté. Y con las ganas que tenía de no creerlo, de que fuera un error de mi percepción y la de mi papá, a mi lado, con los ojos igualmente rojos, como los míos, salí a la calle a encontrar quién lo confirmara, o mejor, quién lo desmintiera.
Lo que encontré, en la estación de la Policía Nacional Revolucionaria, justo al lado de  mi apartamento, fue la opción más triste, la más dolorosa. La que no quería escuchar. Lo confirmé en Telesur, y en el noticiero de cierre.
Pero cuando repitieron la nota de Raúl, ya no fue igual, lamentablemente editaron esos últimos segundos que descubrían al hermano devastado por la dureza de la realidad. Esa fue mi mayor dolor en las primeras horas. Ese Raúl evidentemente adolorido me removió el alma. Quien tiene un hermano idolatrado, que ha sido inspiración y guía toda la vida, solo quien casi funde un corazón con el otro en comunión de ideales, de sueños, de proyectos, de logros, de reveses, de aprendizajes y de nuevo, sueños, puede imaginar el vacío y la infinita tristeza de Raúl en ese momento, cuando se dejó caer en el asiento.
Siguieron los homenajes, organizados con mucha coherencia con Fidel, su histórica proyección. Nadie quita de mi cabeza que él escogió cuándo partir, porque las casualidades a mí nunca me han resultado creíbles. Por eso un día con tanta significación: el inicio del camino definitivo a la victoria, aquel 1956, aquella noche en el yate. Como dèjá vu, otro comienzo en un largo andar, el camino de la inmortalidad, casi a la misma hora, según cuentan. Tengo casi como certeza que el Comandante haya decidido cómo debía ser su funeral, sin pretensiones, pero conocedor del amor del pueblo, y por eso elegir otra caravana de la victoria, y el regreso a la semilla, en el Santiago tan invicto como él, el leal e indómito Santiago, el efervescente y cálido Santiago, la Revolución misma.
Así, entre lo místico de la realidad probable, y lo lúcido de un hombre que siempre le llevó unos cuantos pasos delante a la historia, porque como nadie sabía leer el presente y moldear el futuro, prefiero imaginar su despedida del mundo material. 
Me alegró como hace mucho no sentía la espontaneidad del duelo popular. Pocos, para ser relativa, necesitaron explicaciones para actuar con la luctuosidad y el respeto que demandó la circunstancia. Fue, luego de doloroso, hermoso, ver la reacción de toda Cuba y buena parte del mundo al saber que Fidel nos dejaba en cuerpo. Saber que a pesar de todo, aunque suene manida, a pesar de "la dureza de estos tiempos" complejos, de estos tiempos de desconciertos, de fijar rumbos, o de afirmarlos, la unidad comprendida y practicada por el pueblo, sigue ahí, que la conciencia crítica y justa de la gente, sin importar edades, sigue ahí, que la enseñanza del amor, del respeto de la historia y sus protagonistas, sigue ahí, que la Cuba in-doblegable, la compacta, la batalladora, sigue ahí.
No voy a seguir llorando, más que de emoción, cada vez que escuche algún testimonio, o cuando vea sus imágenes. Toca crecer y llegar a ese punto casi sincrético de apropiación del Comandante y sus huellas, tan avanzadas como diversas, de fusión con lo que nos enseñó, y hacer honor a esa nueva, popular, arrolladora, y sincera consigna: !YO SOY FIDEL! ... Y de veras serlo.
...................................................................................................................// Yulieska Hernández García

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