A 72 años de la mayor vergüenza contemporánea de la Humanidad


Hace 72 años la prepotencia humana dio muestra de su más alta expresión. DOS bombas nucleares, Little Boy y Fat Man, fueron detonadas en DOS ciudades japonesas por el mero hecho de evidenciar poderío militar y obligar al gobierno nippón a rendirse en la segunda guerra mundial.

La historia ha demostrado que, estratégica y tácticamente, no era un recurso necesario tal masacre. La Tierra del Sol Naicente poco tenía ya para seguir involucrada en una conflagración que llegaba a su fin, y perdían.
Total y macabramente fueron calculados los lanzamientos. Tanto Hisroshima como Nagasaki, según informaciones rebeladas en estas décadas, se preservaron de otros bombardeos para destinarlas exclusivamente a la demostración del armamento atómico.La tecnología se había probado ya en una zona del desierto fronterizo entre Estados Unidos y México. Conocido era su impresionante poder destructivo, por calor, por ondas expansivas, y por radioactividad.


Aún así la decisión fue lanzar las bombas. No importaron las vidas en juego de más de 200 MIL personas, que de inmediato morirían. Tampoco las secuelas previsibles, ni las que, quién sabe si las estimaron, pero siguen llegando hasta hoy.


Las bombas nucleares que en menos de 30 minutos destruyeron DOS ciudades, el futuro de una nación, de su pueblo, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, deben ser recordadas como la vergüenza del salvajismo y la parafrenia imperial. Deben ser el estandarte dolorosa en la memoria para que la historia no se repita jamás.

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