El Moncada sigue siendo hoy




Mañana se cumplen 64 años de uno de los hechos más trascendentes de la historia contemporánea cubana. Algunos lo definen como el motor pequeño que echó a andar el motor grande de la Revolución, otros como la evidencia de la memoria del Apóstol en el año de su centenario… Ambos definen al asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Solo en Santiago de Cuba participaron 131 jóvenes, y otros 28 en Bayamo, todos muy jóvenes en verdad, comprometidos con la idea de cambiar una realidad insostenible de pobreza y violencia contra la población, y sobre todo contra las nuevas generaciones con sueños, necesidades y aspiraciones distintas a las que ofrecía la sociedad de entonces.
Era una época fértil, precedida por un gran movimiento intelectual, en una Cuba que despuntó en América por su riqueza cultural, y la calidad de sus hombres y mujeres, a pesar de ser uno de los últimos países en conseguir la independencia de España.
Pero era una nación empobrecida en su gran mayoría.
Era un pueblo con hambre a pesar de sus potencialidades, y violentado sin pena para que sirviera a intereses extranjeros.


Esa era la realidad, y contra ella se levantaron los jóvenes del Moncada. Para cambiarla surgió un programa, que sirvió de alegato y defensa en el juicio del principal organizador de los hechos, Fidel Castro, y que luego fue una plataforma para erradicar los males más terribles de cubanos y cubanas del pasado siglo.

El 26 de julio del 1953 fue un punto de giro en la historia de Cuba, sin lugar a dudas, y fueron los hijos más jóvenes del pueblo quienes se hicieron cargo de soñar y de construir los sueños.
Cuando casi termina la SEGUNDA década del siglo 21, y en una isla totalmente diferente, sin pobreza extrema, con educación y salud universales y gratuitos, con bajísima tasa de desempleo  real, con seguridad social y ciudadana, con indicadores de calidad de vida muy superiores a lo hubiera sido el país sin la Revolución, siguen existiendo retos por superar, sueños por conquistar.
Vivimos tiempos en que se necesitan nuevos enfoques y prácticas económicas, que permitan crecer y dar mayor bienestar material a la población sin plegarnos al juego del capitalismo. Necesitamos fuerza laboral no solo capacitada sino comprometida y educada para el trabajo. Necesitamos innovación, investigaciones científicas, afianzamiento cultural e ideológico, sobre la base de que el nuestro, es el proyecto más justo que se ha concebido, y es responsabilidad de cada uno de nosotros hacerlo realidad, exigir que se haga realidad, contribuir para que se haga realidad, cada vez más. Y en todo ello, somos los jóvenes los que tenemos el deber de ser artífices, protagonistas, impulsores, sujetos activos, no simples espectadores críticos.
Es en esos desafíos, y en la voluntad de sus actores de asumirlos y vencerlos, donde está, en la modesta opinión de esta periodista, la mayor vigencia del legado y la lección del Moncada y sus héroes.

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